miércoles, 18 de mayo de 2011

La Caña de Azúcar

La exportación de azúcar fue uno de los pilares de la economía canaria desde los primeros años de la conquista. Está documentado que ya en 1508 había azúcar canario en Amberes. Sirvió para atraer riqueza y equilibrar la balanza comercial.
En la primera mitad del siglo XVI había cuatro plantaciones de caña de azúcar en La Palma. Hacia 1550 el azúcar  llegó a su apogeo. Sobre él se cimentaron las primeras grandes fortunas isleñas. El área de cultivo en Canarias correspondía a las zonas de costa, en altitudes inferiores a los 500 metros, en las que se unían condiciones óptimas de temperatura y además la  pluviosidad permitía el riego artificial.
A partir de 1554 comienza a disminuir la producción, como  resultado en parte de la inmigración de los maestros del azúcar a las grandes y nuevas explotaciones americanas que necesitaban de expertos en la elaboración del azúcar cuyos puestos estaban  bien remunerados. Aparte de esto ni el clima ni los suelos de la isla son los apropiados para el cultivo de caña en condiciones competitivas con las zonas tropicales. Para poder hacer frente a la competencia se levantaron  una serie de impuestos sobre el azúcar importado,  impuestos cuyo efecto fue que el azúcar americano alcanzase hasta tres veces el valor del precio original.
No obstante, esto no fue suficiente. Pese a haber dificultado la venta de azúcar importado había  numerosas diferencias que hacían la competencia inviable. La caña se cultivaba de una forma primitiva, con bajos rendimientos,  sin emplear maquinaria avanzada como la que se usaba en las explotaciones de América. Además, las variedades de caña eran  pocas  y  nada selectas, no se disponía de tanto combustible como en América para la cocción del guarapo que, además, debía repartirse,  ni tampoco se disponía de una mano de obra tan barata como los indios paganos  recién conquistados (candidatos a ser esclavos) del Nuevo Mundo, que no cobraban una parte de la cosecha al recogerla.
El cultivo sólo podía extenderse en bancales; no es comparable con las amplias terrazas de los valles dominicanos o puertorriqueños .Y no es comparable en rendimiento del suelo por muy intensivo que fuera el cultivo, pues la escasez de tierras era tan evidente, que forzosamente debían agotarse antes y se debía rotar con otros cultivos mas la tierra era tan  limitada que durante un tiempo dentro de las propiedades de un particular en ningún campo se estaba cultivando caña(además de que en las islas la tierra es escasa y costaba mucho más adquirir una parcela que  en América), y los propietarios  no estaban dispuestos a reunirse y aunar tierras y esfuerzos para propiciar la rotación  y adaptarse a la competencia. Del mismo modo, no es comparable tampoco desde un punto de vista climatológico, pues en Canarias es necesaria la irrigación artificial y, por otra parte, al ser escasas las lluvias, se limitaba temporalmente la molturación cañera en los molinos, que eran movidos por energía hidráulica.
En resumen, Canarias suministró azúcar de alta calidad y en apreciable cantidad a los mercados europeos  durante algo más de sesenta años hasta el declive final de la producción de este producto provocando un breve periodo de pobreza. Sin embargo dicha producción fue sustituida, fundamentalmente, por el creciente comercio y producción de vino, que se reveló como más productivo a largo plazo, proyectándolo hacia América y la y Europa.

sábado, 14 de mayo de 2011

El Tabaco

La relación de Canarias con el tabaco comienza a mediados del siglo XVII,  cuando  un gran número de canarios empiezan  a embarcarse en barcos como inmigrantes a Cuba, donde participaron activamente en el cultivo y producción de esta planta para la elaboración de puros, adquiriendo los conocimientos de su elaboración  y asentando las bases de los que serían los métodos personales y promotores de las empresas tabaqueras que aquí se fundarían.

A principios del siglo XVIII  se iniciaban en la Isla de San Miguel de La Palma las primeras plantaciones de tabaco. Éstas no eran explotaciones dedicadas a la competitividad en el mercado ya que por aquel entonces existían otras fuentes de ingresos más extendidas en la isla como la seda y más tarde la cochinilla, mas entrar en detalle sobre estos dos sería menester del trabajo de ganadería.
Sin embargo, las plantaciones de tabaco comerciales surgieron en el siglo XIX, concretamente en 1847, al decaer el comercio de la cochinilla debido a una fuerte competencia y ser eliminado completamente en 1880 con la aparición de los tintes sintéticos, cuya producción era más fácil, barata y menos trabajosa.
Estas primeras plantaciones estuvieron al cargo de inmigrantes o descendientes de éstos que habían regresado, quienes supervisaron la instalación de las explotaciones y su funcionamiento con la ayuda de las variedades y conocimientos adquiridos en los latifundios americanos.


Desde el principio, y sirviéndose de la experiencia de lo que había les había ocurrido a otras plantaciones centradas en un mismo producto  en el pasado, la producción estuvo centrada no en ofrecer un abastecimiento del producto a toda la demanda, sino en una producción de puros artesanal y de gran calidad sumamente elaborados.
Gracias a esta política comercial (y en ocasiones gracias a ayudas de la Unión Europea) se ha logrado que muchas de las empresas artesanales que se fundaron  hace décadas persistan hoy habiendo resistido al paso del tiempo. Entre estas marcas se encuentran, como ejemplos,  El Sitio, que conserva la única finca de cultivo de tabaco palmero, o Tabacos Vargas, que ha contado y cuenta con  clientes tan ilustres como Winston Churchill o la Casa Real Española.


Sin embargo, se da la situación de que unos 300 años después de que a principios del siglo XVIII aparecieran las primeras plantaciones en La Palma sólo se puede encontrar en la isla una pequeña plantación testimonial en San Isidro perteneciente a El Sitio, con unos 1.000 kilos anuales de producción, que se aleja considerablemente de los 300.000 kilos de tabaco en rama que se llegaron a producir hace algunas décadas. Las semillas actuales llegaron desde Cuba durante la década de 1940. Son de una variedad de origen cubano que es llamada popularmente “pelo de oro”.

lunes, 9 de mayo de 2011

La Viña

Hacia 1505 se plantaron las primeras cepas en la isla de La Palma, traídas por  los conquistadores. Su cultivo solía realizarse se junto a árboles frutales y huertas de  hortalizas en terrazas excavadas en las laderas volcánicas entre los 600 y los 1200 m. s. n. m.  La exportación  comenzó en el siglo XVI. La variada procedencia de los conquistadores y de los posteriores colonizadores que traían sus propias cepas de la planta ha dado lugar a unas  variedades  inigualable en cualquier otra zona de cultivo de la vid  del planeta: Negramol, Listán Blanco,  Bujariego,  Albillo, Almuñeco, Sabro, Gual, Verdello, Listán Prieto, etc., aunque no todas se encuentran  actualmente en La Palma.

El vino se erigió como una de las principales fuentes de ingresos para la economía debido a que necesitaba de numerosos trabajadores para mantener en buen  estado las explotaciones y a que suponía un buen sustituto para la caña de azúcar, que ya se encontraba en un estado de decadencia motivado por la competencia con las enormes y más fácilmente edificables plantaciones americanas.
Desde principios del siglo XVI la calidad del vino se impuso de tal forma en los palacios de las principales cortes europeas que nunca faltaba el Malvasía, cultivado en Fuencaliente, que “alegra los sentidos y perfuma la sangre" según palabras del propio Shakespeare. Robert Louis Stevenson, Walter Scott y Lord Byron también alabaron  nuestros vinos, llegando a alcanzar su edad de oro en este siglo.


Esta justa fama y la privilegiada situación geográfica de la isla, escala obligada de las principales rutas comerciales de aquellos tiempos, originaron un floreciente comercio de vinos que convirtieron al cultivo de la vid y la exportación de sus vinos en la principal fuente de riqueza.
Sin embargo, desde finales de la segunda mitad del siglo XVI comienza un lento proceso de decadencia de los vinos canarios,  relacionado con un progresivo cierre del mercado inglés.
A principios del siglo XVII se aprueba un tratado comercial de Inglaterra conocido como la Staple Act, cuyo efecto es la  prohibición de la venta de vinos procedentes de explotaciones  canarias por parte de los comerciantes particulares  a las colonias inglesas, desde donde llegaba a Londres. Empieza entonces la competencia directa con los vinos de Oporto y Madeira.

En el siglo XVIII el comercio con los ingleses se volvió difícil debido a que los vinos se tienen que vender en suelo de Gran Bretaña para acceder legalmente al mercado inglés, lo cual provoca que los vinos tengan que ser transportados en barcos y vendidos a mayor precio para compensar los gastos del viaje, hecho que ocasiona una reducción en el número de clientes que pueden permitirse la compra de la botella. Si se venden en colonias inglesas aumenta el número de compradores y no hay que pagar el pasar por puertos extranjeros, lo que hace este comercio más rentable, mas hay que pagar una severa sanción comercial que equilibra ambos métodos.  Aparte de esto, el puerto de Garachico, por el que tenían que pasar primero los vinos, fue destruido y se necesitaron varios años para desviar el tránsito naval a otros  puertos. No obstante el vino canario, en especial el Malvasía de La Palma, siguió contando con  un amplio mercado, tanto en otros países (por ejemplo, Francia, aunque tenía que competir con los vinos del Sur de Francia)  como en el interior.



En el siglo XIX llegó el declive definitivo de los vinos palmeros a causa de un bloqueo naval inglés que se mantuvo durante  toda la ocupación francesa de España. Durante este periodo el vino palmero perdió fama y popularidad. Sin embargo, tras la liberación del régimen francés de Napoleón Bonaparte se reanudó la actividad económica de la vid en las islas. No obstante, esta fuente de ingresos decayó definitivamente con la invasión de dos plagas en la segunda mitad del siglo XIX: la del oídio en 1852 (producida por el hongo Uncinula  necátor) y la del mildiu en 1878 (producida por el protoctista Plasmopara vitícola). Estas dos plagas arrasaron las  plantaciones. Dejaron al sector vitícola con necesidad de recuperarse varios años, tiempo durante el cual el vino no se exportó, circunstancia que sus competidores aprovecharon para extender la demanda, perdiendo la popularidad que poseía  y quedándose fuera del mercado internacional.


Agricultura guanche

No existen muchos registros sobre la agricultura practicada por los guanches (en este caso, los benahoritas).
Se sabe con certeza que los cultivos predominantes eran el trigo y la cebada, importados por supuesto del lugar de procedencia de los aborígenes, aún a día de hoy desconocido, a partir de los cuales se elaboraba un tipo de gofio muy común.

Se sabe también que los aborígenes disponían de una tecnología muy rudimentaria, ya que las disputas territoriales por poseer más pastos ocupaban el primer plano de los Tagorores de los líderes y de los planes de ofensiva de cabezas de grupo guerreros y no el desarrollo de tecnología agraria. Tenían a su alcance palos cavadores, rudimentarias azadas, molinos de tamaño muy reducido y accionados por la mano humana para moler la cevada, cuevas a modo de graneros (a veces cabañas) donde usaban las tan célebres vasijas de artesanía benahorita y abonos naturales provenientes de las malas hierbas.

Cultivaban en zonas que se asemejaban a terrazas como las construidas hoy en día, mas naturales y normalmente por debajo de los 500 metros.

Hay que destacar que, aunque el gofio obtenido de esta actividad formaba parte del día a día de los benahoritas, siempre se destinaron más hombres al cuidado del ganado y a la obtención de productos pesqueros. Aunque no se tienen registros de plagas que dañasen la proliferación de la actividad, la agricultura siempre estuvo relegada a un segundo plano. Los agricultores no pertenecían a un estrato social muy alto, por lo que la agricultura no era una profesión a la que aspiraran muchas personas.